Por ESTUDIANTE ANÓNIMO de CSUN
EL NUEVO SOL

Solo tenía seis años.

Después de pasar un día maravilloso en la escuela, mis dos hermanos y yo nos fuimos a la case como siempre, pero cuando entramos a la casa algo se sentía raro. Yo sabía que algo no estaba normal.

Yo grite: “¡Mamá!”, pero no escuché una respuesta.

El silencio me respondió.

Yo sabía que eso no era normal porque ella siempre nos saludaba a la entrada de la puerta. Entonces, fui en búsqueda de mi mamá en la casa. Cuando me acerqué a su habitación, yo oí un llanto que nunca había escuchado antes. Yo pensé que alguien estaba angustiada y lastimada adentro de allí, pero nunca me imaginé que era mi mamá.

Entonces abrí esa puerta blanca cerrada para ver quién estaba llorando.

Mi di cuenta que era mi mamá.

La encontré arrodillada en ese piso blanco, frío, al pie de su cama, llorando. Mi hermanito de cuatro años y yo corrimos hacia ella para consolarla. Los dos la abrazamos fuerte y yo le pregunte en su oído  “¿por qué lloras, mamacita?”

Sólo empezó a llorar más.

Más fuerte, más duro, más lagrimas vi en su rostro.

Me di cuenta de que había estado llorando toda la mañana porque su camisa rosada estaba empapada en lágrimas.

Ver a mi madre tan triste nos hizo sentir muy tristes también. Entonces, mi hermano y yo empezamos a llorar con ella y continuamos abrazándola. Ella finalmente nos abrazó y nos dijo: “Tu papá nos dejó”.

No entendíamos lo que eso significaba. Entonces, le pedimos que nos explicara qué significaba eso. Ella dijo que mi papá no iba a vivir con nosotros, nunca más.

Yo no podía imaginar mi mundo sin mi papá. Nosotros hacíamos tantas cosas juntos, como salir a correr en el parque e ir a comer un helado.

Empezamos a llorar más. Nos consolamos uno al otro. Mi mamá nos dijo: “ Niños, aunque su papá ya no está, nosotros vamos a seguir adelante, luchando hacia el frente”.  Ella nos siguió motivando y consolando esa día hasta llegar la noche. También, durante el resto de los días difíciles que vinieron.

En ese entonces no podía entender por qué mi papá dejó a su esposa y sus tres niños. Tiempo después, mi mamá nos explicó y nos dijo que él le pegaba, hasta una vez la envió al hospital. Ella nos contó que era un drogadicto y alcohólico. No quería dejar su adicción, y era más abusivo con ella.

Según un reporte del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, una de cada cuatro mujeres en los Estados Unidos es víctima de violencia física por su pareja.

Mi madre había vivido una mala niñez porque su padre era un alcohólico también y le pegaba a su madre. Ella nos dijo que ella no quería  que vivieramos eso también. Mi mamá le pidió que eligiera: sus adicciones o nosotros.

Él escogió sus adicciones, y nos dejó.

Mi madre tomó una decisión muy difícil, pero fue lo mejor. No teníamos papá, pero ya no vivíamos con temor que mi papá fuera a abusar verbal o físicamente de nosotros.

La violencia domestica, también conocido como violencia entre pareja, es una de las formas más comunes de violencia contra mujeres e incluye el abuso físico, sexual, y emocional.

Muchas personas que son víctimas de violencia doméstica no lo reportan por varias razones: miedo al abusador, vergüenza de la situación, o creencia de que la ayuda no vendrá si lo reportan a las autoridades.

Si conoces a alguien, o usted es víctima de violencia doméstica, por favor contacten estos recursos en la ciudad de Los Ángeles, California:

Refugios para Mujeres Víctimas de Violencia Doméstica 

Directorio de recursos para Víctimas de  Doméstica

Refugio bilingüe para las víctimas de la violencia doméstica

 

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Tags:  #PostalesU drogadicción Ensayos Personales Hijos sin padres Violencia doméstica

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