Ana Míriam Barragán: Ayudar a los demás, mi mayor logro en la universidad

“Ana Míriam trabajó por un centro de recursos [para estudiantes indocumentados] del cual ella no se beneficiará directamente, pero lo hizo por el amor de su comunidad y la creencia de que la educación es un derecho para todos, independientemente de su estatus migratorio”, dice Tracy Buenavista, profesora de Estudios Asiaticoamericanos de CSUN.

Por MARITSA RAMÍREZ
EL NUEVO SOL
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Para muchos estudiantes, asistir a la universidad es simplemente un camino profesional de superación individual. Para estudiantes de primera generación, asistir a la universidad es un camino de superación familiar. Pero para ciertos estudiantes, asistir a la universidad es además de un camino de superación familiar, un camino de superación de la comunidad y de la universidad.

Ana Míriam Barragán, de 23 años, pertenece a este último grupo. A pesar de que su trayecto educativo ha tenido los obstáculos comunes de estudiantes indocumentados que son los primeros en sus familias en asistir a la universidad, una de las prioridades de Barragán en su paso por la universidad, además de sus estudios, ha sido ayudar a otros estudiantes en su misma situación.

Barragán es una estudiante de primera generación que se graduó con honores de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN) en mayo de 2014 con una licenciatura en Psicología y Estudios para Sordos, con una subespecialidad es Estudios Chicanos. Pero además de eso, Barragán ha sido una de los estudiantes líderes de la organización estudiantil Dreams To Be Heard que ha luchado y conseguido el compromiso de los dirigentes de la universidad para establecer un centro de recursos para estudiantes indocumentados.

“En el futuro, los estudiantes indocumentados de CSUN no tendrán la oportunidad de trabajar con Ana Míriam, pero el éxito de ellos en el campus no sería posible sin ella”, dice Tracy Buenavista, profesora del departamento de Estudios Asiaticoamericanos. “Ana Míriam es una de las estudiantes que diligentemente trabajaron para hacer valer las necesidades de los estudiantes indocumentados en el campus. Trabajó por un centro de recursos del cual ella no se beneficiará directamente, pero lo hizo por el amor de su comunidad y la creencia de que la educación es un derecho para todos, independientemente de su estatus migratorio. Su activismo es un recordatorio de lo que puede hacer la gente joven y es una inspiración para seguir luchando por nuestro futuro”.

Pero Barragán no lo cree así. Ella considera, en cambio, que su mayor logro es más modesto pero más tangible. “Mi mayor logro”, dice, “ha sido ayudar a las personas una por una, sabiendo que soy capaz de proporcionarles recursos y que puedo ayudar a cambiar sus vidas”.

“No tengo miedo de decir que soy indocumentada porque ser indocumentada no define quién soy,” dice, “sólo define mi lucha”. Foto cortesía de Ana Míriam Barragán.

“No tengo miedo de decir que soy indocumentada porque ser indocumentada no define quién soy,” dice, “sólo define mi lucha”. Foto cortesía de Ana Míriam Barragán.

Barragán es una de los 7 a 13 mil estudiantes indocumentados que se estima estudian en universidades estadounidenses y una de los cientos de estudiantes indocumentados de CSUN. Pero no todos terminan la universidad, ya que los estudiantes indocumentados, hasta fechas recientes, no tenían acceso a los recursos de ayuda financiera del estado y todavía no tienen acceso a la ayuda financiera federal. La historia de Barragán ilustra los obstáculos que han enfrentado y todavía enfrentan estos estudiantes, pero también es una muestra del valor de estudiantes con vocación de servicio a la comunidad.

Barragán vivió con su madre, hermano y hermana en Guadalajara, Jalisco, hasta los diez años. Su padre no vivió con ellos durante la niñez de ella porque él vivía por temporadas en Estados Unidos para trabajar.

“Una vez, mi padre volvió a México a visitarnos y no lo reconocimos”, dice Barragán. “Es entonces cuando decidió traer a la familia a Estados Unidos. Él sabía que tendríamos más oportunidades aquí”.

En 2001, ella y su familia pagaron un coyote para ayudarles a cruzar la frontera en un auto. Barragán tenía sólo diez años cuando cruzó la frontera para iniciar una nueva vida en Estados Unidos.

“Los coyotes eran muy caros porque nos cruzaron en un auto en vez de nadando o caminando por el desierto”, dice. “Mi papá decidió pagar un poco más para no tener que luchar tanto”.

Su madre, hermano y hermana no cruzaron al mismo tiempo. Los separaron de su madre porque los adultos cruzaron en una camioneta mientras los niños fueron cruzados en coches pequeños. Su hermano y su hermana cruzaron juntos porque él era muy joven y no paraba de llorar cuando estaba solo.

Barragán tuvo que cruzar el siguiente día porque ella no se podía memorizar “mi nombre es _______ y yo soy ciudadana norteamericana” en inglés.

“Estaba muy nerviosa al pronunciar las palabras correctamente. Debía memorizar un nuevo nombre, una edad diferente y una dirección en caso que el oficial les pidiera la información.”

Cruzó la frontera con éxito a pie y ella y el coyote fueron recogidos por un coche para llevarlos a Los Ángeles, donde la estaban esperando sus tíos.

Su familia se mudó a Boonville, en el norte de California, donde su padre trabajaba en los campos de uva para la industria del vino.

Empezó la primaria en quinto grado. Su escuela primaria era predominantemente latina y es por esa razón que Barragán no aprendió inglés inmediatamente.

“Durante mis primeros dos años tuve un intérprete o tenía amigos que traducían por mí. Así que no aprendí inglés hasta que empecé la secundaria”, dice Barragán.

Tratando de aprender inglés y teniendo clases más difíciles en la escuela secundaria fue una lucha para ella. Dice que hasta hoy, la gente se burla de su acento.

“Alguna gente me mira y piensan que no soy lo suficientemente inteligente porque tengo acento”, dice Barragán. “Pero siempre les digo que no pienso con acento”.

Ana Míriam Barragán sostiene una cartulina durante el primer banquete de estudiantes AB540 en CSUN. Cortesía de Ana Míriam Barragán

Ana Míriam Barragán sostiene una cartulina durante el primer banquete de estudiantes AB540 en CSUN. Cortesía de Ana Míriam Barragán

El trabajo de su padre no era suficiente para mantener a una familia de cinco. Entonces, su madre comenzó a trabajar en los campos de uva también. Este periodo fue cuando la vida de Barragán se volvió más difícil. Su madre comenzó a trabajar y su padre dejó el trabajo. él comenzó a usar drogas y se hizo adicto a la metanfetamina.

Barragán sabía que tenía que ayudar a mantener a su familia. Por eso, comenzó a trabajar en los campos de uva cuando tenía doce años en sus vacaciones de invierno y verano de la escuela. Cuando estaba en el octavo grado, ella comenzó a trabajar en un restaurante lavando platos. Luego, se convirtió en mesera y trabajó en ese restaurante hasta su último año de escuela preparatoria. Aprendió el valor de trabajo y dedicación a una edad joven.

Barragán sabía que la única manera de tener éxito y mejorarse era a través de la educación. Sus padres eran muy estrictos y no la dejaban salir con amigas. Querían que ella se concentrara en sus calificaciones y que persiguiera una educación universitaria.

Pero porque Barragán es indocumentada, no podía solicitar ayuda financiera para ayudarle a pagar la universidad

Barragán sabía desde joven que la única manera de seguir su educación era ser una buena estudiante. El único modo de ir a la universidad era trabajar y tener grados perfectos con esperanza de ganar algunas becas.

“Mis padres nunca me dieron otra opción,” dice Barragán. “Siempre decían: ‘O vas a la escuela, o vas a la escuela. Vas a ir a la universidad, no sabemos cómo, pero vas a ir a la universidad’”.

Ella estudió mucho y obtuvo buenas calificaciones durante toda la secundaria y la preparatoria. Aunque tenía calificaciones perfectas, empezó dudar de sí misma en su último año de la preparatoria. Había trabajado mucho para obtener buenas calificaciones y sintió que merecía ir a una universidad de cuatro años y no un colegio vocacional de 2 años.

En 2009, en su graduación de Anderson Valley High School anunciaron los ganadores de las becas y Barragán se ganó casi $82,000 dólares. Ella recibió varias becas, pero una gran suma vino de una beca donada por un exalumno de la escuela secundaria de Anderson Valley.

Estaba muy contenta de saber que su sueño de ir a una universidad iba a convertirse en una realidad. Ella decidió venir a CSUN porque quería seguir aprendiendo el lenguaje de sordomudos en el Departamento de Estudios de Sordos.

Pero desafortunadamente, el dinero de sus becas no fue suficiente.

“Mi error fue pensar que la universidad era solamente cuatro años. Dividí mis becas en cuatro años”, dice Barragán. “También comencé a vivir en los dormitorios de la universidad. Eso es lo que más lamento porque eso agotó mi becas”.

En 2013 se dio cuenta que iba a necesitar un año más en la universidad debido a su doble concentración y ya había gastado todo el dinero de su becas. Solicitó ayuda financiera del estado bajo la legislación conocida como California Dream Act y recibió ayuda, pero no fue suficiente. Tuvo que buscar trabajo. Un trabajo no era suficiente para cubrir sus gastos y tuvo que trabajar tres trabajos. Trabajó en Extensión y Reclutamiento en CSUN, como tutora de español para tres estudiantes y planchado ropa los fines de semana.

Los numerosos obstáculos que enfrentó en su educación no le impidieron lograr sus metas. Al llegar a la universidad, se unió a organizaciones como MEChA y Dreams to be Heard, una organización que apoya e informa a los estudiantes inmigrantes. Su segundo año en la universidad, Barragán comenzó a involucrarse más en estas organizaciones y asumir puestos de liderazgo. Empezó a ir a eventos para recaudar fondos para becas para estudiantes indocumentados y peticiones contra la prohibición de estudios étnicos en Arizona (HB2281).

Barragán también fue un miembro clave en el próximo establecimiento de un centro de recursos para los estudiantes indocumentados de CSUN.

“Queríamos crear conciencia de que hay más de mil estudiantes indocumentados aquí [en CSUN] y que no tenemos los recursos para ayudarlos”, dice. “Aunque AB540 pasó hace trece años, todavía no tenemos el mismo acceso a la educación como todos los demás estudiantes y esto era nuestra preocupación. Cuando nos encontramos con un problema y vamos a la administración, no saben cómo ayudarnos. No están capacitados para darnos respuestas”.

En 2013, 931 estudiantes de CSUN solicitaron ayuda financiera del estado mediante California Dream Act y sólo 452 la obtuvieron. Eso fue lo que hizo que Barragán y los miembros de Dreams to be Heard se dieran cuenta que los administradores no hacen nada para solucionar este problema.

“La administración no está proporcionando acceso igualitario a la educación para nosotros”, dice Barragán. “Decidimos empezar a trabajar para establecer un centro de recursos que ayude no sólo en asuntos académicos sino también con servicios legales”.

Barragán y la organización Dreams to be Heard persuadió al provost de CSUN de la necesidad de un centro de recursos para estudiantes indocumentados, el cual empezará a establecerse en el verano de 2014.

After organizing with CSUN administration, Dreams To Be Heard members will be opening an undocumented resource office in the Fall. Photo: John Saringo-Rodríguez/El Nuevo Sol

Ana Míriam Barragán con miembros de Dreams To Be Heard después de su reunión con la administración de CSUN para establecer un centro para estudiantes AB540. Foto: John Saringo-Rodríguez / El Nuevo Sol

Aun sin la existencia de este centro de recursos, los estudiantes de Dreams To Be Heard han sido capaces de ayudar a otros estudiantes indocumentados para solicitar DACA, una orden que el Presidente Obama aprobó en 2012 y que permite a inmigrantes indocumentados que llegaron de niños a Estados Unidos obtener un permiso de don años para permanecer y trabajar legalmente en Estados Unidos sin temer a la deportación.

“El costo de la solicitud es de $465. Los abogados estaban cobrando una cantidad ridícula para ayudar con la solicitud cuando es bastante simple”dice Barragán. “Pero somos un grupo fácil de ser explotados, así que muchos abogados se aprovechan de las personas indocumentadas”.

Dreams To Be Heard organizó una clínica para ayudar a los estudiantes indocumentados a solicitar DACA, y cada aplicación fue aprobada, sin costo.

Barragán se graduó con honores a mediados de mayo de 2014, pero ella no quiso asistir a la ceremonia. Su padre fue deportado a México en enero de 2012 y su madre decidió volver con él unos meses después, en agosto. Por esta razón sus padres no pudieron asistir a su graduación.

“Estoy aquí porque ellos me motivaron a destacar en la escuela” dice. “Viendo lo duro que trabajaban. Trabajar en el campo fue la motivación más grande para obtener una educación y mejorarme a mí misma y a mi comunidad. Mis padres son mi mayor motivación y no tenerlos aquí para mi graduación es muy difícil, porque creo que se lo merecen. Verme recibir mi diploma. Con todas las luchas que enfrenté como un estudiante indocumentada, deseo que pudieran estar aquí”.

Sus hermanos también se graduaron este año. Su hermana, de 26 años, se graduó del colegio vocacional de dos años y su hermano, de 17 años, de la preparatoria.

Además de sus tres trabajos, sus estudios y su activismo, Barragán estuvo cursando en el semestre de primavera un programa preparatorio para solicitar ingreso a la escuela de leyes en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA Law Fellows program). Los estudiantes atienden conferencias de profesores de leyes de UCLA. El programa guía a los estudiantes en el proceso de solicitud para el examen de admisión, LSAT, ayuda financiera y demás.

Barragán tiene muchas esperanzas para su futuro después de la graduación. Tiene planes de continuar sus estudios y convertirse en abogada. Espera poder empezar una organización para ayudar a los inmigrantes indocumentados en áreas como la educación, cuestiones de identidad, la pobreza, la inmigración y los estilos de crianza.

Sus profesores y mentores. No tienen duda que ella va a conseguir sus metas personales y de ayudar a otros.

“Ella es una de las mejores estudiantes que he tenido”, dice Rodolfo Acuña, uno de sus profesores y mentores del departamento de estudios chicanos. “Es muy dedicada. Tenía algunas becas cuando llegó y no quiso solicitar otras becas aquí porque ella no quería competir con otros estudiantes que podrían tener más necesidades Así es Ana Míriam, es muy buena y piensa en los otros. Ella es una persona excepcional y va a tener mucho éxito en su vida”.

Antes de terminar la entrevista, concluye con fuerza.

“No tengo miedo de decir que soy indocumentada porque ser indocumentada no define quién soy,” finaliza, “sólo define mi lucha”.


Tags:  AB 540 Ana Míriam Barragán Anderson Valley High School Boonville California Dream Act CSUN DACA Dreams To Be Heard estudiantes indocumentados Maritsa Ramírez Tracy Buenavista

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