Los sueños musicales de Ángelo Salazar se hacen de jazz latino y de ritmos afroperuanos

Ángelo Salazar, 35, estudiante de Pierce College y miembro de cinco bandas diferentes, quiere obtener su diploma en artes, para después sacar el máster en apreciación musical. Es uno de millones de inmigrantes que llegó a este país en busca de su sueño.

Ángelo Salazar en un video de su canal de YouTube.

Ángelo Salazar en un video de su canal de YouTube.

 

Por RODRIGO CARBONEL
EL NUEVO SOL

Cielos oscuros, adornados por estrellas brillantes, contrastan por encima de amantes de la música un viernes en la noche en el bulevar de Cahuenga, a solo pasos del gigantesco letrero luminoso de Universal Studios.

La humedad de la noche invita a vestir ligero, minifaldas a mitad de muslo con zapatos de tacón, pantalones de vestir y camisas de botón.

A la llegada, un túnel largo y al parecer sin salida, se transforma en una escalera poco iluminada la cual lleva a Mama Juanas en la ciudad de Studio City, California.

Al entrar, los invitados se sienten envueltos por el espíritu del baile y la emoción, son recibidos por decorados que inducen a mover el cuerpo al ritmo del son.

Paralelo a las paredes, las mesas que visten de un mostaza claro, sostienen botellas y copas llenas de unos coloridos elixires que ayudarán a los invitados a tener un panorama más claro.

La gente un poco más experimentada en la vida abundaba y eran más que nosotros, imagino por el tipo de música, lo cual no parecía incomodar, y en el epicentro de todo esto la pista, que sólo [a veces lo acentúas y a veces no, ponlo uniforme] llama a bailar.

De repente, las notas de El Preso, esa salsita colombiana, se empiezan a distinguir a lo lejos.

La banda principal de la noche, Latin Sol, afina los instrumentos, momentos antes de tomar el escenario.

Al abrirse el telón, revela a diez músicos con guitarras, tambores y timbales. A la derecha de todos ellos Ángelo Salazar, estudiante de Pierce College acariciando su guitarra acústica.

Ángelo, 35, miembro de cinco bandas diferentes, quiere obtener su diploma en artes, para después sacar el máster en apreciación musical. Él es uno de millones de inmigrantes que llegó a este país en busca de su sueño.

Los músicos son como los periodistas, dice Ángelo: “en lugar de escribir un artículo, escribimos canciones sobre cómo nos sentimos o sobre la sociedad y alguien la va a escuchar, va a relacionarse con esas palabras, así como un artículo. Esa es mi meta, inspirar a personas a disfrutar la vida, a sentirse bien con ellas mismas y con el mundo”.

Sus padres lo trajeron de su natal Perú a los doce años de edad para que él pueda tener un mejor futuro, dice. Desde entonces, Angelo ha trabajado hasta el punto de la frustración para conseguir lo que desea.

Él todavía recuerda su primer encuentro con la música.

“Sólo tenía unos cuatro o cinco años la primera vez que experimenté con la música, pero era un juego de niños,” dice: “siempre trataba de hacer un sonido con ritmo”.

Con unos cinco pies y diez pulgadas de estatura, piel clara, ojos verdes y pelo negro y puntiagudo, Angelo sonríe al recordar quien lo ha influenciado más y como se ha convertido en el músico que es hoy en día.

Angelo es hijo de don Pedro Salazar, un conductor que se pasa el día repartiendo medicinas y equipo médico a farmacias y pacientes.

Su mamá, María Elena Salazar, es una manager departamental en MSA Toys, ella es encargada de diseñar nuevos tipos de juguetes para niños.

“Cuando cumplió seis, su mamá y yo le dimos un órgano eléctrico, ya con iniciativa propia descubrió su pasión por la música”, dice don Pedro.

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Durante ese tiempo, dice Ángelo que nunca pensaba en ser músico, que para el jugar con el órgano era como jugar Nintendo para otros chicos, sólo era un juego.

No fue sino hasta unos años después que Ángelo empezó a tomar clases de música.

“Comencé a tomar clases de piano cuando tenía nueve años, pero al poco tiempo mi familia y yo nos mudamos a Estados Unidos y no pude continuar con ellas”, dice”

Ángelo recuerda como el terrorismo, la corrupción y la alta taza de desempleo son unas de las razones por las cuales su familia tuvo que emigrar. Su padre trabajaba para el gobierno. En ese tiempo, el grupo Sendero Luminoso mandó cartas amenazando la vida de los funcionarios del gobierno.

Cuando don Pedro recibió una de esas cartas en su casa, decidió salir del país por seguridad. Ocho meses después su familia lo siguió.

Mientras tanto, en la discoteca, las notas y líricas de las primeras canciones hacen que la gente empiece a dejar sus mesas y llenar la pista de baile.

En el mundo en que yo vivo, siempre hay cuatro esquinas…, retumbaba por las paredes y los invitados lo paraban de moverse. El show había empezado.

Entre práctica y shows, la vida de un músico puede llegar a ser estresante, pero Ángelo logra acudir a clases los días que le toca.

“La parte musical no es tan estresante cuando ya conoces a tus músicos porque no se tiene que practicar tanto ya que todos ya saben lo que tienen que tocar”, dice.

Pero no fue sino hasta tener dieciséis años que descubrió que quería ser músico.

“A esa edad fue que me di cuenta que lo que más me gustaba era escuchar y hacer música”, dice.

Mientras la brisa se hace más fuerte por Pierce College, Ángelo recuerda cuando en High School iba a tocar guitarra eléctrica con un amigo: “yo sabía que en ese entonces no era bueno, pero solo el hecho de que pasando mis dedos por las cuerdas pudiera hacer música me atrajo demasiado”.

Desde entonces quiso saber todo acerca de las guitarras, dice: “es básicamente donde y cuando empezó mi camino”.

Había un chico en John F. Kennedy High School al que Angelo le gustaba ver tocar la guitarra, dice: “Su nombre era Jessi, no me acuerdo de su segundo nombre, pero se ponía a tocar canciones conocidas de Nirvana, Green Day, Stone Temple Pilots, etc., desde entonces siempre me visualicé de esa manera, él fue mi primera inspiración a la que tuve acceso”.

Aunque Angelo siempre tuvo predisposición para la música, no siempre tuvo el apoyo de ambos padres al respecto.

“Mi papá no estaba muy seguro de dejarme ser músico, aparentemente él tenía otros planes para mí”, dice: “Mi mamá me dejaba hacer lo que en sus ojos me hacía feliz”.

Angelo recuerda como a los dieciséis, el escuchar a sus ídolos Carlos Santana y el guitarrista de flamenco Paco de Lucía, le dio fuerza para pedirle a su papá una guitarra eléctrica, la cual le negó por querer que lleve otra carrera de más prestigio como arquitectura.

Entonces, para poder comprarse la guitarra él mismo, Ángelo se inscribió a trabajar mantenimiento en West Valley Occupational Center, donde conoció al encargado Rey García.

“Ese hombre me enseñó lo básico y más de lo que hubiera podido aprender por mí mismo, siempre lo he buscado para poder agradecerle y en lo que me he convertido gracias a él”.

Por tocar música en diferentes lugares, Ángelo conoció al famoso guitarrista peruano Victor Vento.

“Vento me enseñaba todos los tipos de música que podía tocar, dos años de enseñanza me dieron el valor de querer ir a tocar con gente que él me había presentado”.

Él comenzó con el grupo de Jazz latino Latin Sol, con el que ha estado por quince años. También ha sido parte de Encuentro Latino, junto a otros dos integrantes, por los últimos siete años, el grupo de bachata Proyecto X, el grupo de salsa Nueva Troba y un grupo de música afroperuana por dos años.

Hay otra artista en la familia, su hermana Evelyn Salazar, quien siempre lo apoyó ya que después seguiría los mismos pasos.

“Estoy muy orgullosa de mi hermano. Muchos han escuchado la frase de músico frustrado, yo sé que mi hermano pasó por eso pero ha sobrepasado esa categoría por mucho”.

Luego de 14 años de carrera musical, algunos de los lugares favoritos de Angelo en los que ha tocado son LACMA y el anfiteatro Ford, lugares donde él dice saben tratar a un artista.

Hace unos seis años, Angelo decidió que tenía suficiente conocimiento de la música como para compartirlos, así empezó a enseñar a tocar la guitarra a niños entre siete y quince años en Irene’s Music School of Arts.

“El enseñar le ha dado a la música una perspectiva diferente”, dice: “me siento bien porque quieren aprender y me doy cuenta de que me gusta enseñar, me gusta porque estoy plantando la semilla del arte en ellos y estoy satisfecho por eso”.

Mientras tanto la última llamada ya fue anunciada en Mama Juanas y los bailarines corren al bar por un último suspiro de combustible para la canción final.

Cuando el telón se va cerrando, el público agradece a la banda por un gran show y bajan las luces mientras termina otra noche mas en la vida del músico Ángelo Salazar.


Tags:  Angelo Salazar jazz latino Latin Sol música música afroperuana Perú Pierce College Rodrigo Carbonel

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Rodrigo Carbonel
Un peruano de mente abierta. Fanático de los deportes en general, especialmente del buen fútbol.




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